El yelmo de la salvación y la oración

La base bíblica de esta reflexión se encuentra en Efesios 6: 17ª y 18.  Dice así: “Y tomad el yelmo de la salvación y la espada del espíritu que es la palabra de Dios”.  “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu y velando en ella con toda perseverancia y súplica por todos los santos”.

El yelmo es parte de la armadura espiritual del cristiano.  Es el casco de la salvación.  Cristo es la salvación del pecador y a Él sea todo honor y gloria.  La parte superior del yelmo es Cristo quien ha sido nuestra salvación.  El yelmo protege la cabeza.  Dios busca, protege la mente del ser humano.  Apela al corazón del hombre pero también a su mente.  La armadura del creyente es contra el enemigo, quien constantemente nos arroja dardos.  Así que, debemos mantenernos firmes con esa armadura porque además de Cristo ser la parte de la salvación, es quien protege al creyente del enemigo exterior.

La oración es la comunicación con Dios y través de ella estamos en sintonía con Él.  Debe ser pronunciada en el Espíritu Santo, guiada y controlada por Él para que sea una oración eficaz.  Es necesaria para recibir bendición y poder de Dios.

Pablo, nos exhorta a mantenernos orando en todo tiempo.  A estar en comunicación con Dios en toda oración y súplica en el espíritu, para interceder por los santos.  ¿Cuál es el reclamo del Dios Señor a la Iglesia?  Es que nos mantengamos orando constantemente en el espíritu.  Sobre todo, en este tiempo de crisis social, física y espiritual, a causa de la pandemia del coronavirus.  Ante esta situación, la iglesia ha tenido que buscar las formas de seguir predicando el evangelio porque a eso nos ha llamado el Señor. 

Gracias al Señor que tenemos a un pastor a quien Dios le ha revelado estrategias nuevas porque él ha buscado la dirección de espíritu.  Nosotros, como cristianos, tenemos la responsabilidad de acoger a nuestro pastor, Eliezer Ronda, cumplir con el mandato de interceder los unos por los otros y continuar orando en todo tiempo.

Simón Morales García