¡Despierto, y ahí estás Señor!

24 El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas,25 ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. (Hechos 17:24-25)

Despierto y respiro. Todo en automático. Tantos eventos suceden y no necesitamos concentrarnos en ellos para que sucedan. Natural y rutinario. No; es algo más que eso. Es prodigioso y no lo pensamos.

El aire existe más allá de nuestra vida humana. Es el existir de todos los seres vivientes, especialmente de los más desarrollados. En nuestro mundo, la música es audible por ser el aire de la atmósfera, el medio por el cual viaja el sonido hasta nuestros oídos. Gracias al aire no solo escucho, puedo hablar y… ¡Puedo cantar! ¡Las aves no solo trinan, vuelan!  El aire las eleva y las sostiene en su vuelo y ellas siguen su viaje sin meditar en ello.

Respiro. Imagino que vuelo y estando en la estratosfera, pienso que sin aire no hay vida en otros planetas. Aire: evidencia que buscan los astrónomos para determinar si existe vida en otros lugares del universo. Así de importante es el aire para la existencia de la vida.

Ya regresé a mi realidad cotidiana. Según me sienta durante el día así será mi respirar. Si estoy ocupada y tranquila respiraré cómodamente. Si mi estado de ánimo cambia, mis emociones y actitudes pueden alterar mi bienestar. Si me pongo ansiosa, el ritmo de mi respiración se altera y  el aire no llega como debe ser a mis pulmones ni a mi cerebro y eso afectaría mi razonamiento. Ahora se me ocurre pensar en las personas que padecen de ataques de pánico y recuerdo que ellos sienten esos mismos síntomas de confusión en su máxima expresión.

 Ahhh… pero que bueno es cuando un gran problema se nos resuelve. “Ya puedo respirar tranquila, ¡qué alivio!” A modo de escape decimos: “para que esto no se repita voy a cambiar de aire”. Pero la verdad es que mi aire nuevo, mi refugio, escape y salvación eres Tú Señor. Gracias por ser mi protector.

El día sigue el ritmo de las horas y mi cerebro bien oxigenado continúa su actividad.  Se maravilla al pensar que el aire es algo que no se ve pero se manifiesta como parte importante de nuestro existir. Cuánto disfruto de poder respirar algo invisible.  Me hace recordar a Dios que me da vida aunque yo no pueda ver o entender cómo lo hace.

Dios sopló al hombre, le dio vida, alma y espíritu. Es su primera manifestación de amor de Dios hacia nosotros. ¡Qué hermoso!

Su máxima expresión de amor fue cuando entregó su vida en la cruz. Aunque doloroso y terrible, el cuerpo de Jesús no murió cuando le torturaron. No fueron los clavos, la lanza ni la sed. El cuerpo de Cristo murió en la cruz por falta aire. dio su vida y su respirar por mí. Eso me impacta y me enternece tanto…

Después de pensar en todas estas cosas llega la noche y pensando en el gran amor de Dios le digo: “Señor eres indispensable. Eres mi respirar. Eres mi esperanza. Mi convicción es que por amor me has invitado a estar en tu Gran Fiesta. ¡Te amo!”

Llega la noche voy a dormir tranquila. Si no despierto mañana es porque no estaré aquí. He de estar donde el oxígeno no hace falta por ser Dios el sustentador de vida. Mientras viva, mi pensamiento será: “Así como el aire se mueve y me alcanza sin poderlo detener así es tu gran amor por mí, ¡Oh Señor! ¡Amor inevitable e indestructible!”

Aida M. de Ayala