Un romance con el cambio

Dios se ha manifestado a lo largo de la historia de la humanidad como un Dios de nuevos comienzos, nuevas oportunidades. Un Dios de renovación y hasta resurrección. Un Dios de ciclos que terminan y que empiezan y que terminan y vuelven a empezar. Nuestro Dios no es un dios quieto, no está inmóvil, no se niega sino que, al contrario de lo que nos ha enseñado la teología ortodoxa tradicional, es un Dios al que le gustan los cambios, los nacimientos, los nuevos nacimientos, las metamorfosis y los ciclos.

Fue Dios el que estableció que después del más crudo invierno viniera la primavera.

Fue Dios el que estableció un ciclo para la vida y para el movimiento del sol. Fue Dios el que acomodó a la tierra 23 grados sobre su eje para que la vida del planeta tuviera 4 estaciones y no una sola y monótona estación sin cambios.

Los líderes cristianos debemos aprender que el cambio es un invento de Dios.

Si revisamos la historia más reciente de los líderes más prominentes de la humanidad, nos daremos cuenta de que fueron líderes que no solo fueron amigos del cambio sino que hasta tuvieron un romance con él. Para estos líderes el progreso y la innovación eran una obsesión y no una consecuencia de los cambios de otros. Si piensas en Steve Jobs  una palabra que instantáneamente viene a la mente es “innovación”. En nuestros ministerios juveniles nos urge cambiar.  

He dicho por todo el continente que somos testigos del surgimiento de la generación juvenil más grande de nuestra historia. Hace una década que vengo insistiendo en que las naciones unidades anticiparon que para el 2012 más del 70 por ciento de la población de américa latina iba a tener menos de 25 años. Muy bien. Este tiempo ha llegado y con esta oportunidad llegan nuevos desafíos. Desafíos que nos van a sobrepasar si seguimos haciendo lo mismo que veníamos haciendo.

Por eso necesitamos un re-génesis en nuestro ministerio juveniles. Debemos apuntar más alto. Sin descuidar lo micro, debemos visionar lo macro. Esto no se trata de hacer una mejor reunión de jóvenes, o de quién junta más gente en un congreso, un concierto o un estadio. El cambio necesario es que ante todo cambie nuestra ambición: nos toca ser la sal de la tierra y la luz que echa fuera la oscuridad. Por ejemplo: La ONU afirma que hoy hay 106 millones de adolescentes entre 15 y 24 años desde México a la República Argentina, y eso es sin contar los que están en Estados Unidos, Canadá y los latinos que se encuentran en Europa y Asia. La mitad de la población humana en condición de suma pobreza está conformada por jóvenes, adolescentes y niños.  ¿Puede la iglesia hacer algo al respecto?

En muchos países de América Latina, como por ejemplo mi Argentina, va creciendo la tasa de analfabetismo y la tasa de desempleo de los jóvenes en sus 20 años es más alta que nunca en la historia. ¿Puede la iglesia hacer algo? En Chile hoy hay una crisis educativa como nunca antes en la historia, y en México el narcotráfico emplea a más adolescentes que ninguna multinacional. ¿Puede la iglesia hacer algo? Los medios masivos de comunicación, el narcotráfico, la violencia y hasta las multinacionales están concentrando casi toda su atención en la nueva generación pero para la iglesia ese interés es solo parte de un discurso pero que no se lleva a la práctica. Prueba de eso es que las iglesias y denominaciones casi no disponen sus recursos en elaborar presupuestos de alcance a jóvenes, adolescentes y niños. La mayoría de las congregaciones evangélicas (aunque gracias a Dios no todas) no dispone de presupuestos para capacitar a  sus maestros y líderes juveniles. Últimamente me doy cada vez más cuenta de que no siempre sabemos qué hacer ni siquiera para retener a nuestros propios hijos. Por eso un cambio es necesario y Dios quiere usarnos para un re-génesis en el trabajo con jóvenes en nuestra Iberoamérica. -“Pero Lucas”, me puede preguntar alguno: “¿Por dónde empezar?  Hay demasiado que cambiar. ¿Qué hacemos?”. No me gusta dar fórmulas mágicas, pero aquí hay una simple lista de algunas cosas que sigo aprendiendo: Debo depender del Espíritu Santo y no de mis hábitos, cuestionando todo lo que hago. ¿Por qué lo hago, o por qué no lo hago, y por qué no lo hago diferente? –En proverbios 3:5 el sabio Salomón nos recomienda que confiemos en el Señor con todo nuestro corazón y no nos apoyemos en nuestra propia prudencia. Debo mantener una actitud de aprendizaje y la clave para esto es ser proactivo al respecto, escuchando sugerencias e ideas de otros. Algunas empresas y también iglesias y ministerios dejan de crecer porque sus líderes se han conformado con lo que ya sabían y hacían. Ninguno de ellos lo va a admitir, pero se dejaron atrapar por lo seguro, por la rutina y por la reacción a los problemas en vez de la práctica de la visión estratégica. Debo rodearme de gente diferente a mí. Creo que es fundamental relacionarse con gente más sabia, mucho más rica, mucho más pobre, conectada con conocimientos y aún con un tipo diferente de espiritualidad totalmente distinta a la mía. Si algunas de estas relaciones me faltan estaré perdiendo un filo para mantenerme innovando. Debo desarrollar un oído atento a la necesidad. En ésta he estado fallando últimamente porque con tanto viaje paso menos tiempo con adolescentes comunes pero por eso me es bueno conocer las estadísticas. Debo siempre distinguir lo esencial de lo metodológico. Nada de lo sagrado en la Palabra de Dios debe cambiar. Tengo que seguir promoviendo los valores y enseñanzas de las Sagradas Escrituras, pero tengo que saber diferenciar qué es parte de las tradiciones de la Iglesia y cuánto puedo innovar en la manera de comunicar esas verdades. Debo tener en cuenta que el cambio es fácil… hasta que incluye personas… (Proverbios 3.3). Debo hacer por algunos lo que no puedo hacer por todos. Edmund Burke escribió que nadie comete un error más grande que el que no hace nada porque lo que podía hacer era poco. Y último. Recuerda que Dios está de tu lado. Comenzamos diciendo que Dios es el creador de los cambios y Él es el primer interesado en que la iglesia, cambie, crezca, se elongue, estire y expanda.

Dr. Lucas Leys