Día 35: Elijo Escuchar [Oración XL]

"Entonces Elí le dijo a Samuel: 'Ve y acuéstate, y si él te llama, di: Habla, Señor, que tu siervo escucha'. Entonces Samuel fue y se acostó en su lugar (1 Samuel 3: 9)".

Hay un millón de cosas diferentes que suceden a nuestro alrededor en un momento dado, todos los días, todas las semanas, todo el tiempo. Dormimos, comemos, limpiamos, miramos televisión, estudiamos, trabajamos, conducimos, vamos de vacaciones, hacemos mandados, pagamos cuentas, paseamos al perro, estamos con amigos, discutimos, nos reconciliamos, nos enfermamos, hacemos ejercicio ... vivimos vidas plenas.

La vida siempre estará ocupada, pero en lugar de disminuir la velocidad, subimos el ritmo, cambiamos la canción o buscamos una nueva frecuencia que resuene con nuestro estado de ánimo. Las responsabilidades, los quehaceres, los deberes, las facturas, lo insuficiente, el éxito de hoy y los planes para el mañana, pueden distraer nuestro oído interno de escuchar la voz de Dios.

No es de extrañar que en medio del estruendo de la vida, los niños escuchen el susurro de Dios antes que nosotros. Samuel lo escuchó. Mientras todos los adultos dormían, tal vez sin dormir lo suficiente y ya anticipando lo que no harían al día siguiente, Samuel, un niño pequeño, escuchó una voz que llamaba SU nombre. Ni el nombre del sacerdote, ni el nombre de su madre ... SU nombre.

Dios habla, lo sabemos, ¿verdad? La Biblia está LLENA de historias sobre Dios diciendo todo tipo de cosas a todo tipo de personas. Sé que me ha hablado, y apuesto a que muchos de ustedes pueden decir que les ha hablado. Aún así, me preguntan mucho: “¿Cómo puedo escuchar la voz de Dios? ¿Cómo sabré que es él?

Detente y escucha a Dios; ponte a disposición de su instrucción y presencia; callar. Aléjate de todas las locuras que suceden a tu alrededor. Olvídate de tu horario, los platos en el fregadero, los programas de Netflix, los problemas en el trabajo… y quédate quieto. Silencio. Centrado. Relajado.

Orar

Soy elegido por Dios y elijo escuchar. Señor, abre mis oídos para estar completamente atento cuando hablas. No me dejes esperar hasta que estés hablando, pero dame un corazón y oídos que estén listos para escuchar Tu voz y Tu Palabra antes de que comiences a hablar.