Lectura 13: Una visita de amor [Escrito por Migdalia Correa]

Poco antes de que Jesús naciera, Augusto, emperador de Roma, mandó hacer un censo, es decir, una lista de toda la gente que vivía en el Imperio Romano. En ese tiempo, Quirino era el gobernador de Siria, y fue el responsable de hacer este primer censo en la región de Palestina.  Todos tenían que ir al pueblo de donde era su familia, para que anotaran sus nombres en esa lista. José pertenecía a la familia de David. Y como vivía en Nazaret, tuvo que ir a Belén para que lo anotaran, porque mucho tiempo antes allí había nacido el rey David. Lo acompañó María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, a María le llegó la hora de tener su primer hijo. Como no encontraron lugar en ningún hotel, los dejaron pasar la noche en una casa, en el lugar donde se cuidan los animales. Cuando el niño nació, María lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre (Lucas 2:1-7 (TLA)

Las circunstancias de la vida nos presentan retos duros y difíciles que debemos afrontar y resolver. No importa la raza, el color, estado económico y relación con Dios, esos retos siempre están presentes.

María y José, descendientes del rey David, deben llegar de Nazareth al pueblo de Belén para participar de un censo ordenado por el emperador Augusto. Como personas responsables, ambos inician el viaje y en el trayecto María, que estaba embarazada, entra en labor de parto. No eran las mejores circunstancias, pero el plan de Dios está en proceso. Se detienen para buscar lugar. Todo está ocupado, gracias al censo que se estaba realizando. Solo queda un establo y allí nace el Salvador del mundo, la mayor y mejor dádiva de Dios a la humanidad (Juan 3:16, Romanos 8:32).

La buena nueva llega a un grupo de personas marginadas por su trabajo y por su fama, algo negativa. De manera inesperada, un ángel en medio de luz y cánticos celestiales aparece y anuncia la llegada de un Salvador, y los que velaban las vigilias de la noche (los pastores) la reciben y salen para compartirla. Todo el pueblo cercano se entera de la buena nueva. Son los marginados (los pastores en este caso) los que reciben la buena nueva que les reivindica. Dios no tiene preferidos. Somos sus hijos, y para todos nos ofreció y dio un Salvador para que al recibirlo como tuyo y mío nos reivindica en su presencia y nos levanta. Nadie es menos en el reino de Dios. Tampoco más. Mas bien ante Él, todos somos iguales.  Aquellos que no han recibido y aceptado la buena nueva, son nuestra responsabilidad. Que todos los que nos rodean sepan que tenemos un Salvador, que nació en Belén de Judea y en pobres circunstancias físicas. El está presto para recibirte como hijo.

Para esta Navidad, el mejor regalo es que alguien reciba a Cristo, porque te moviste para anunciarlo como Salvador. Imitemos a los pastores de aquella época.

 

Migdalia Correa de Rivero