SEMANA #2: ADORACIÓN
DÍA 7: LA ADORACIÓN ES UN VERBO
16 de septiembre de 2019
Imagínate entre los niños de Israel cuando llegaron al Monte Sinaí. Recientemente liberados de la esclavitud se aproximaban a una montaña que parecía estar en fuego. Tan alta que las nubes la tocan y en donde la voz de Dios salía de la montaña como la voz de un gigante.
¿Cuál hubiera sido tu reacción? ¿Hubieras coordinado con un equipo de alabanza musical? ¿Hubieras cantado algunos versos de un himno? ¿Hubieras aplaudido, lavando tus manos, o bailado al son de la música?
Estas expresiones son algunas de aquellas que le hemos puesto el sello de que son adoración en estos días. Hablamos de líderes de adoración y Pastores de adoración. Hablamos de la adoración como si esta fuera solo la parte en la que cantamos en nuestras reuniones. Pero la adoración es un verbo. Es mucho más que cantar al Señor. Es mucho más que la hora y media que ofrecemos a Dios los domingos. Y, como el autor del libro de Hebreos señala: nuestra adoración debería ser mucho más excelente, intensa, y profunda que la que el pueblo de Israel experimentó en el Monte Sinaí:
“En cambio, ustedes han llegado al monte Sión, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, y a incontables miles de ángeles que se han reunido llenos de gozo. Ustedes han llegado a la congregación de los primogénitos de Dios, cuyos nombres están escritos en el cielo. Ustedes han llegado a Dios mismo, quien es el juez sobre todas las cosas. Ustedes han llegado a los espíritus de los justos, que están en el cielo y qué ya han sido perfeccionados” (Hebreos 12:22-23, NTV).
“Por lo tanto, por medio de Jesús, ofrezcamos un sacrificio continuo de alabanza a Dios, mediante el cual proclamamos nuestra lealtad a su nombre. Y no se olviden de hacer el bien ni de compartir lo que tienen con quienes pasan necesidad. Estos son los sacrificios que le agradan a Dios” (Hebreos 13:15-16, NTV).
Estos versos nos muestran que la adoración es mucho mas que una canción durante un servicio. Así como Jesús, la Palabra que se nos dio a nosotros en el Monte Calvario, es mayor que las palabras dada al pueblo en el Monte Sinaí, es nuestra adoración -mientras aquellos nombres están escritos en el cielo- debería ser más extraordinaria que la adoración ofrecida en los días de Moisés.
Nuestra adoración debería ser un continuo “sacrificio de alabanza”. Y nuestros sacrificios deberían ser mucho más que un cordero inmolado. Deberían ser hábitos de bondad, compartir y hacer bien a otros en el día a día y de momento a momento. Una adoración aceptable para aquellos que hemos sido alcanzados por la gracia de Dios mediante la fe en Cristo debería involucrar todo nuestro ser (Vea Efesios 2:8). “Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo” (Romanos 12:1, NTV). Esta es la adoración que agrada a Dios.